Luchar contra el dolor es como querer nadar contra la corriente de un río.
Cuando sentimos dolor, ese dolor que nos quita hasta la respiración, nos oprime el corazón de tal forma que sentimos el dolor en el centro del pecho; no se puede luchar contra algo que sale desde el alma.
Y lo digo con la convicción de estar luchando tanto tiempo contra el, luchando de una manera de hacerme creer a mi misma que no siento el dolor, y que se puede sonreír y vivir con el; al final nos damos cuenta que reprimir el dolor es enmascararlo en un falsa realidad.
Ahora me doy cuenta que mientras mas se reprime, mas se luche contra el dolor, este va haciendo raíces profundas dentro del alma y causando mas cicatrices.
Hay que aceptar el dolor, abandonarse a el, dejarlo fluir, que vaya saliendo desde nuestro ser y poco a poco se vaya.
Llegara un momento en que el dolor se habrá ido y ni cuenta nos daremos como; pero ¡se fue!, y se fue porque un día sin darte cuenta ya no esta en el centro de pecho, un día sin darte cuenta estas sonriendo y disfrutando de la vida.
Y solo en ese momento, cuando por un destello, recuerdes cuanto dolor habías llevado dentro de tu alma y que ese mismo dolor te ha llevado a donde estas; mirando a tu alrededor, veras todo lo que has construido, porque el dolor en si nos ayuda a construir un nuevo camino, con mas fuerzas, valorando mas todo aquello que tenemos.
Y dejaremos fluir la vida, y esa puerta que tantas veces vimos cerrada se abrirá con la magia de nuestra llave, porque solo nosotros tenemos la llave de nuestra puerta hacia la vida "nuestra vida" que es única e irrepetible.
Abandonarse al dolor no es rendirse ante el, no es ser cobarde, no es humillarse, no es tener miedo y menos aún ser una víctima, es aceptar que el sufrimiento forma parte de esta vida, y que el dolor es una forma de hacer fluir todo ese veneno ponzoñoso en el alma y lo que este ocasiona y sobre todo ¡el dolor no enseña amarnos y valorarnos como seres humanos!
Carlyn
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